Recuperando la armonía en la familia ante situaciones de crisis

Cuando vivimos una catástrofe o una situación de emergencia imprevista, la experiencia nos afecta a todos de una u otra manera; sin embargo los más vulnerables a quedar con más secuelas después de una experiencia traumática, son los menores de 11 años. Los adultos podemos manejar la forma de expresar nuestras emociones, y no actuar impulsivamente.

Un adulto tranquilo, le transmite seguridad a los niños, que es lo que más necesitan en momentos de crisis. Estar tranquilos, nos permite tomar decisiones para enfrentar la situación y decidir qué pasos dar para poder recuperar poco a poco nuestra vida.

Como adultos también sentimos miedo y ansiedad, por lo que es importante buscar apoyo con otros adultos, y hablar del tema para desahogarnos lejos de los niños. Esto no quiere decir negar nuestras emociones a los pequeños; con ellos es importante decirles que también sentimos miedo, tristeza, enojo, etc. y modelar cómo estamos manejando la emoción, haciéndoles saber que podemos ofrecerles seguridad. Si las emociones van en aumento después de un mes de la emergencia ocurrida, es recomendable pedir ayuda especializada.

Es importante estar atentos a las reacciones de los niños después de un momento de crisis para ayudarles a enfrentar sus angustias y miedos, y que recuperen la seguridad, confianza y tranquilidad que necesitan. Las conductas varían según la edad de los niños, de cómo vivió la experiencia y de los efectos que tuvo en su vida cotidiana.

Conductas más frecuentes que pueden decirnos si nuestros niños están angustiados

  • Sienten miedo de separarse de sus adultos de confianza (mamá, papá, abuelos, tíos, etc.).

  • Sienten temor a extraños, o miedos difíciles de explicar (monstruos, fantasmas, etc.).

  • Están irritables, sensibles, lloran con facilidad.

  • Les es más difícil dormirse, o no quieren dormir solos.

  • Juegan constantemente representando la experiencia que vivieron.

  • Muestran conductas que ya habían superado (chuparse el dedo, mojar la cama)

  • Se retraen, no quieren estar con otros niños ni ver cosas relacionadas con el desastre. O por el contrario, hablan mucho de lo ocurrido y quieren ver imágenes del acontecimiento.

  • Están enojados, agresivos, desafían.

  • Aumenta su nivel de actividad general y su estado de alerta: escuchan ruidos “extraños”, se asustan con sirenas de ambulancias o bomberos. O al contrario, un niño que solía ser muy activo, se retrae y se ve muy pasivo y desmotivado.

  • Presentan dolor de estómago o de cabeza y tienen poco apetito. O por el contrario, necesitan comer a cada rato (lo que podría ser una señal de ansiedad).

Si las conductas aparecieron después de la catástrofe y se mantienen por mucho tiempo, o van en aumento, es posible que el pequeño necesite ayuda especializada (personal de salud o psicológico) para superar la experiencia traumática.

¿Cómo ayudar a los niños y niñas?

Es importante vivir el duelo de la pérdida acompañados, ya sea pérdida de un ser querido, de la casa, de la escuela, de amigos, de juguetes, o cualquier objeto apreciado. La tarea del adulto es ser un buen acompañante empático, y darles tiempo para recuperarse.

Hay que acompañar al pequeño para que poco a poco vaya recuperando su rutina (actividades habituales) y las conductas que ya había ganado: dormir sólo en su cama, separarse de los adultos para jugar e ir a la escuela sin miedo, volver a controlar esfínteres, expresar sus emociones sin lastimarse ni lastimar o agredir a otros.

Otra estrategia es hablar con los niños de los sucedido, explicando aquello que puede entender de acuerdo a su edad, y enfocándonos en un “final feliz”: cómo se está resolviendo la situación, quiénes están juntos y acompañándose.

En caso de que haya muerto una persona cercana e importante, es posible que el niño no se atreva a preguntar, pero es necesario conversar con el pequeño del tema.

Como adulto, muestra tus propias emociones. Los niños y niñas aprenderán que los adultos también están tristes, enojados, asustados, que pueden llorar como ellos, y no perder el control; que su mundo sigue siendo seguro.

Finalmente sé afectuoso con tus pequeños, abrázalos, consuélalos, pasa tiempo extra con ellos, especialmente antes de ir a dormir. El contacto físico cariñoso y respetuoso, es la mejor medicina para que el corazón y el cerebro recuperen su seguridad y tranquilidad.

Tomado de: Morales, F. y Bascuñán, F. (2015). Rearmemos la vida de los niños y niñas. Guía para la familia. Santiago: UNICEF.

Texto original en: http://unicef.cl/web/rearmemos-la-vida-de-los-ninos-y-ninas-guia-para-la-familia-2/