Disciplina efectiva y límites
Generalmente tendemos a asociar la práctica de la disciplina con “castigo” o “correctivos”. En realidad, se trata de mucho más, la disciplina es enseñanza y desde este significado más amplio, nos acercaremos al enfoque de la disciplina efectiva.
La disciplina efectiva se propone dos objetivos principales:
El primero es lograr que los niños cooperen y hagan lo correcto, comportándose de formar aceptable. Este es el objetivo a corto plazo. Conseguir la cooperación inmediata: que los niños dejen de hacer algo que no deben hacer y empiecen a hacer algo que sí han de hacer. De aquí frases como «¡basta ya!» o el intemporal «¡porque lo digo yo!».
La segunda finalidad es una de largo alcance y se centra en instruir a los niños con el fin de que desarrollen destrezas y la capacidad para dejar manejar con flexibilidad situaciones exigentes, frustraciones y tormentas emocionales que pueden hacerles perder el control. Se trata de habilidades internas que se pueden generalizar más allá de la conducta inmediata para usarlas no sólo en el presente, sino también más adelante en muchas situaciones.
Este segundo objetivo importante, interno, de la disciplina tiene que ver con ayudar a los niños a desarrollar el autocontrol y una brújula moral, de manera que, aunque las figuras de autoridad no estén presentes, sean cuidadosos y responsables.
En esencia, queremos que los cuidadores comiencen a considerar la disciplina como una de las aportaciones más afectuosas y educativas que podemos brindar a los niños. Después del amor, los límites son el regalo más grande, porque los niños se sienten mirados y tomados en cuenta, les dan seguridad y los protegen de los peligros externos y de ellos mismos.
¿Cómo logro establecer disciplina efectiva?
Mantengamos en mente que el objetivo de la disciplina es enseñar. Enseñar a los niños a desarrollar destrezas para desenvolverse mejor ahora y tomar mejores decisiones en el futuro. Debemos alentar la cooperación de manera que los niños sean creativos y juguetones (en lugar de aplicar correctivos inmediatos).
La disciplina debe transmitir sensación de seguridad y cariño. Recuerda, cuando los niños están alterados o tienen una pataleta, es cuando más nos necesitan, probablemente debemos esperar para que el niño esté listo para aprender, si está alterado no podremos enseñarle nada. Ayúdale a tranquilizarse, tu hijo aprenderá a recuperar su centro.
Daniel Siegel y Tina Payne proponen 6 puntos para lograr una disciplina efectiva:
- Mantén la calma y conecta.
Ayudarás a tu hijo a estar más receptivo.
Busca el por qué, qué hay detrás de las acciones… ¿Por qué mi hijo actúa así? ¿Qué hay detrás de sus acciones?
Piensa en cómo le dices las cosas; el modo es muy importante.
- Acepta sus emociones.
Que sienta tu empatía, hace las cosas porque es un niño, tiene muchas ganas de hacerlo, no por molestarte.
Incluso cuando decimos “no” al comportamiento de los niños, siempre hemos de decir “si” a sus emociones y a su manera de experimentar las cosas
- Describe lo que está pasando, lo que ves.
Evitarás exagerar la situación y que tanto tu como tu hijo la puedan analizar.
Parafrasea lo que te dijo, así sabrá que le estás prestando atención, el niño se siente escuchado y transmite consuelo
- Reformula un “no” en un “si” con condiciones.
Busca alternativas con tu hijo, permítele participar dentro de los límites establecidos.
“Sé que quieres tu chupón. Dáselo a tu oso para que lo guarde en la cama y cuando sea de noche puedes agarrarlo nuevamente”.
- Subraya lo positivo.
Recurre a los logros, céntrate en lo positivo. Por ejemplo, ante el tono “quejumbroso” de “lloriqueos”, en lugar de decir “¡Basta de hablar así!”, podrías decir algo como “me gusta cuando hablas con tu voz normal, ¿podrías repetírmelo por favor?”
O en una situación de comida, en lugar de amenazar: “¡si no terminas las verduras, no saldrás a jugar con tu bicicleta!”, puedes enfatizar lo que si quieres: “cómete esto de verduras, y después podemos salir a jugar con tu bicicleta”.
- Enfoca la situación de manera creativa.
El humor es un instrumento poderoso cuando el niño está alterado, hablar con voz chistosa, hacer como que te caes o cualquier otra payasada, cambiará la dinámica del momento.
Las bromas son un gran método para romper la burbuja de emociones intensas del niño y ayudarle a recuperar el control de sí mismo.
- Enseña herramientas de visión de la mente
Permite desarrollar relaciones positivas a la vez de mantener un sentido de sí mismo sano e independiente. Esto lo logramos ayudando al niño a tener en cuenta sus sentimientos y a la vez imaginar cómo la otra persona se puede sentir ante determinada situación.
Recuerda siempre conectar con tranquilidad y afectuosidad, por extrema que sea su conducta, fijando límites claros y coherentes.
Tomado de: Siegel, D. Y Payne, T. (2015). Disciplina sin Lágrimas. Una guía imprescindible para orientar y alimentar el desarrollo mental de tu hijo.