Los berrinches infantiles: Cuando la emoción gana al autocontrol
Alrededor de los dos años de edad, los bebés pasan por un periodo en que se convierten en niños «grandes»; se enfrentan a importantes cambios en su desarrollo, cada día adquieren nuevas habilidades que les permiten ser más autónomos, quieren dirigir y realizar más y más actividades por si solos, comienzan a descubrir cosas que pueden hacer o al menos las intentan hacer, encontrándose con MUCHAS que aún no pueden, ya sea porque su cuerpo no está listo o porque se les van presentando nuevos límites. Es aquí cuando “se desatan” los berrinches. Los padres se enfrentan a un niño completamente nuevo que se mete en problemas y pone a prueba sus habilidades encontrándose cada día con posibles peligros, por lo que deben poner nuevos límites.
Si pudiéramos entrar en la mente de estos pequeños, por supuesto que dichos límites son una inoportuna molestia porque les impide poder lograr sus cometidos, ocasionando en muchos momentos enfado y frustración; como su corteza prefrontal, área del cerebro donde se regulan las conductas, es aún muy inmadura, los niños terminan expresando su ira de forma brusca y violenta, creando así un berrinche o rabieta, ya que no saben de qué modo expresar sus emociones por 2 razones: la primera, no tienen la capacidad intelectual de canalizar sus emociones y poder expresarlas de alguna manera para poder llegar a acuerdos y soluciones al momento; y la segunda, no cuentan con el lenguaje y vocabulario que les ayudarían a expresarse verbalmente, dejando en claro cuál es su molestia.
Y… ¿Qué hago para lidiar con los berrinches?
Antes que otra cosa, recuerda que es una etapa por la cual todos los niños pasan y es de suma importancia que los padres estén informados de cómo les pueden ayudar a contener y expresar sus emociones, ya que se están sentando las bases para que más adelante los niños aprendan a solucionar situaciones en su vida futura, por ejemplo: aprender a autorregularse y a crear acuerdos y soluciones.
Para acompañar a tu hijo o hija en esta etapa, te invitamos a revisar las 3 etapas del berrinche. Tenerlas presente te será de gran ayuda en esta etapa.
1. Prevención
La prevención es de suma importancia ya que es el momento en el que podemos evitar que nuestros niños lleguen al berrinche. Y, ¿cómo prevengo? los niños tienen que saber qué es lo que pasará siempre, es decir que su mundo sea predecible y que cuenten con la información de lo que pueden hacer (aquí es importante recalcar que los niños a esta edad cuentan con una memoria a corto plazo, lo cual quiere decir que es importante recordarles las cosas continuamente ya que si lo decimos solo una vez será complicado que el niño lo recuerde más tarde o al otro día).
Para prevenir
- Identifica los estresores: qué cosas hacen que tu hijo se irrite, en qué momentos está más propenso a hacer berrinches y qué cosas suelen detonar los berrinches.
- Cuidar horarios: normalmente cuando están cansados, su capacidad de tolerancia a la frustración es mucho menor. También puede pasar cuando tienen hambre
- Hay niños que al estar en un ambiente nuevo les genera estrés, y esto los hace más propensos a hacer berrinches
- Podría ser el estar en lugares ruidosos o con mucha gente. Depende de cada niño. Cada mamá/papá conoce a su hijo, y cada persona es diferente, lo que detona estrés en uno puede no hacerlo en otro.
2. Avisos y consistencia: cuida que el mundo de tu hijo sea predecibles.
- Evitar atropellos: todo el tiempo está investigando, aunque parezca que no está haciendo “nada”, los niños están investigando, jugando, aprendiendo. Si de repente llegas a cargarlo porque ya es hora de comer, es muy probable que inicie una pataleta, y aunque tu sabes que “es hora de comer”, el pequeño estaba concentrado descubriendo quizá qué pelotas caben dentro de un bote.
- Dar avisos concretos: apóyate de canciones, eso ayuda al niño a saber cuánto tiempo le queda para jugar
- Siempre que avises algo, asegúrate de qué suceda: “cuando termine la canción, guardamos los juguetes”. Haz lo que digas, sino perderás credibilidad, si un día si los guardan, pero otro día se pasa el disco entero, tu hija no sabrá cuándo realmente toca guardar los juguetes y cuándo tiene más tiempo para jugar
3. Durante el berrinche
Si nuestro pequeño aun con la prevención, porque claro que puede pasar aun previniendo, llega al berrinche es importante recordar cómo nos sentimos nosotros cuando nos enojamos y tener en cuenta que ellos pasan por algo similar y aún peor porque no lo pueden explicar verbalmente, como lo habíamos mencionado anteriormente. Quien lleva la batuta es EL ADULTO, le toca contener y modelar, así que el adulto debe guardar la calma y hacerle sentir al niño que estará bien y que está ahí para él. Te toca primero RESPIRAR. Una vez que te sientes tranquilo (o al menos que estás bajo control), busca ser empático con tu niño. Para él tampoco es fácil pasar por esto, es algo que no puede evitar por sí solo, algo que lo rebasa totalmente. A través de tu respiración, quizá con un abrazo, con tu presencia, acompaña a tu hijo o hija a tranquilizarse, que su mente y cuerpo se calmen.
En este momento es importante que le hagas saber que estás ahí para él/ella, que no te irás y contener amorosamente. No le dejes solo llorando en el cuarto, no te alejes de él o ella.
Ten presente que es importante que el niño no logre lo que quiere con el llanto, es decir, si mi hijo llega al berrinche no voy a ayudarlo a cumplir su objetivo, solo lo contengo sin explicar nada en ese momento, ya que este es el punto culminante del enojo y no escuchará lo que le digas.
Si te lo permite, abrázalo, sino puedes estar cerca, respira y espera a que pase la rabieta. Pregúntate ¿qué detonó el berrinche? ¿Hay algo que pueda estarle generando estrés (una situación nueva, exceso de estímulos, cansancio, hambre…)? Busca conectar con tu niño y hazle saber que entiendes su emoción (frustración, enojo, ira, desesperación…). Intenta hacerlo desde el punto de vista de tu pequeño.
3.- Cierre
Una vez que nuestro pequeño está más tranquilo, se encuentra en condiciones para poder explicarle la situación y hacerle comprender lo que pasó. Me acerco a él y retomamos qué fue lo que sucedió, qué lo hizo enojar, sin etiquetar y sin referirnos a él como niño berrinchudo u otro calificativo en relación a lo que sucedió, siempre se describe al acto, es decir; lo que hiciste no estuvo bien, o quizá “te dio mucho coraje que apagara la tele, ¿recuerdas que te dije que cuando se pusieran los anuncios le diríamos adiós y la apagaríamos? Puedo darte un abrazo si quieres”.
Cuando como adulto identifico que cometí un atropello, cuando no avisé, también vale la pena mencionarlo y disculparnos: “te sentiste muy enojado porque te cargué para cambiarte el pañal, y no te avisé. Perdón, tenía prisa y olvidé cantar”, recuerda que tú eres su modelo y reconocer nuestros errores también es fundamental, somos seres humanos y nadie es perfecto, lo importante es reparar. Cerramos con una contención afectuosa y cariñosa, recordando que siempre estaremos para él sin importar lo que pase, y recordándole cuánto lo amamos.
Esta etapa no tiene por qué ser terrible, observa a tu hijo, obsérvate a ti mismo y ayuda a tu hijo a comprender el mundo, siempre haciéndolo con amor.
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